Pedro Gil Corbacho.
A lo largo de los siglos XIX y XX, el abordaje de los trastornos psíquicos y el establecimiento mismo de la psicopatología como ciencia, se fundamentó en una actitud de rigurosa observación del médico hacia el paciente. La máxima de Kraepelín “hacer historias clínicas desde la cabecera del enfermo“ permitió definir con precisión los síntomas, tipos, evolución y pronóstico de dos de las principales afecciones psiquiátricas conocidas, la demencia precoz y la melancolía.
Gracias a esta actitud de observación rigurosa y anotación sistemática, Kraepelín logró obtener los documentos básicos para la consolidación de la psicopatología como ciencia: las historias clínicas.
A partir de ellas, y del uso de la observación como herramienta principal, el médico definía los síntomas esenciales de la enfermedad psíquica,
y establecía así diagnósticos, pronósticos y tratamientos sobre la misma.
No era tan importante escuchar el sentido, significado o trasfondo de los síntomas que tan minuciosamente se registraban.
Desde su estancia en Paris con Charcot, Freud asume el origen traumático de los traumas psíquicos y también la observación de éste de que en el fondo de los trastornos histéricos solía encontrarse un acontecimiento sexual.
A su vuelta a Viena, Freud investigó y amplió el registro de lo psicopatológico conectándolo con la biografía, experiencias, emociones, sueños y fantasías de los pacientes puesto que si existían traumas de origen sexual, habría que acercarse a ellos abandonando el método hipnótico de Charcot, que había permitido “ ver” y mostrar, incluso teatralmente, la existencia de dichos traumas.
En esta investigación, Freud se apartó de las teorías de Charcot y demostró la existencia de un psiquismo inconsciente que revelaba la existencia de conflictos reprimidos en los pacientes y que se expresaba a través de los síntomas, los sueños o los actos fallidos, introduciendo así una visión de la psicopatología enormemente esperanzadora en la medida en la que muchos síntomas no eran sino la plasmación de fantasías desconocidas por el propio paciente que se revelaban a través de la palabra en el diálogo con el médico.
Esto es, era absolutamente necesario escuchar lo que decía.