Carmen Monedero Mateo
Veamos una escena fundante del psiquismo humano desde sus momentos iniciales. Después del difícil trabajo del parto, una mujer agotada, empieza a entender la enormidad de la tarea que le ha sido encomendada por la especie: hacer que el recién nacido siga vivo.
¿Como comunicar con ese bebé que hasta entonces flotaba en su interior? ¿Cómo transmitirle que no está solo en un lugar inhóspito y que tiene la garantía de que será cuidado y protegido?
Sin duda el llanto será un modo privilegiado de comunicación que el bebé utilizará para decirle a su madre que se siente o no seguro, que hay algún peligro para él o que está satisfecho.
La escucha de ese llanto y su mirada hacia él, van a constituir un vínculo inicial que debe ser desarrollado y que permitirá al bebé sentir que tiene un lugar en este mundo. Para su madre será esencial poder transmitírselo pues su incipiente psiquismo, necesitará innumerables experiencias de cuidado y sostén transmitidos por la mirado amorosa de esa madre extremadamente necesaria que protegerá su vida frente al caos y turbulencias exteriores e interiores.
Progresivamente, la joven madre empezará a transformarse en una mujer más sabia, fuerte y madura gracias al don de una sensorialidad específicamente desarrollada hacia todo lo que acontezca a su bebé, afinándose la percepción de detalles nimios perceptibles por la mirada, la escucha, el olfato, el tacto y muchos otros sentidos que se desarrollarán en ella hacia él desde los primeros momentos de su vida.
Winnicott ha definido esta actitud de atención específica hacia su existencia como la tarea primaria de una “madre devota “que desarrolla , contiene y sostiene de forma “ suficientemente buena” una comunicación que incluye los miedos, angustias y agresividades de este ser humano frágil y extremadamente dependiente.
Es la imagen que también describe Meltzer sobre “el bebé y su hermosa madre”.
Por su parte el bebé viene a este mundo dotado de una matriz sensorial afectiva, sede de un primer núcleo organizador psíquico que debe ser desarrollada, completada, estructurada, ordenada, humanizada siendo el vínculo con la madre que ejerce la función metabolizadora del caótico mundo exterior la que va a permitir la entrada al mundo del afecto y la comprensión en el orden sensorial.
En todo este gran intercambio y movimiento psíquico la mirada ejerce una importante función, la mirada de la madre permitirá metabolizar toda la sensorialidad primitiva, arcaica, a través de una contención, de un proceso de “ reverie” o ensoñación imprescindible para la constitución de su psiquismo ya que las impresiones externas no pueden ser metabolizadas directamente por el bebé.