La violencia de género en el noviazgo (“Dating violence”) responde a múltiples factores. Muchas mujeres experimentan el inicio de dicha violencia ya durante la adolescencia con parejas que actúan: falta de respeto, amenazas verbales y control, violencia física, denigración, coerción a relaciones sexuales y otras conductas de riesgo. Casi el 30% de chicas entre 15 y 19 han experimentado violencia por una pareja íntima (WHO, Ginebra 2013). La psicoterapia psicoanalítica facilita el abandono de esa propensión a mantener tal conducta y también aporta una comprensión de la dinámica en estas mujeres que ha facilitado (junto a otros factores) esas conductas de riesgo que podemos incluir en la clínica de la tendencia a la acción y el conflicto de dependencia en la adolescencia.
La adolescencia es una etapa que revela lo difícil de manejarse con la dependencia de los otros (los padres, de inicio, ya que dicha etapa tiene como tarea psíquica desligarse de estos y conseguir mayor autonomía). Esta dificultad será más evidente en las jóvenes en las que se suma a sus “dificultades” tempranas, una autoestima baja o muy dependiente de la aprobación, la falta de un sentimiento fuerte de seguridad interna…Situación que, como sabemos, favorece la aparición de problemas de todo tipo, dentro de los cuales podemos situar la vulnerabilidad a implicarse en relaciones de violencia machista, de forma que idealizan una relación con unas características de sometimiento y control que produce una tremenda confusión. Reemplazan su seguridad desfalleciente por la seguridad ficticia de un “amor controlador” que es vivido como una medida de su intensidad: “me exige, me controla, porque me quiere tanto”. Esto puede pasar en chicas que, por otra parte, son capaces de identificarlo en otra joven cercana, pero no en ellas mismas. La fuerza de la pasión en la que buscan sentirse tanto valiosas y queridas como autónomas, hace que se saboteen.
El trabajo en terapia requerirá un reconocimiento de su propia ambivalencia (quieren salir de la relación, pero por otra parte no, aunque ello sea disfrazado de juicios como “yo le cambiaré, no volverá a pasar…”). Hay que establecer una fuerte alianza terapéutica que tendrá que afrontar también las fuertes resistencias al cambio, lo que, a su vez, se revelará con actuaciones como volver a la relación dañina o con situaciones de riesgo de agresión, o bien con conflictos con la familia que parece más interesada que ellas mismas en liberarlas, o incluso con ausencias de sesión…, todo lo cual provoca reacciones en los terapeutas (contratransferencia) que pueden complicar la relación terapéutica, pero que, a la vez, es la oportunidad de trabajar el problema auténtico. Habrá que cooperar en frenar a veces ciertas conductas, con límites claros, y tolerar un cierto avance lento, al “ritmo” posible para ellas.
Un proceso terapéutico que las ayuda a valorarse, atreviéndose a enfrentar sus angustias, reacciones y conflictos que se reeditan “a mínima” en la terapia y que generará una transformación que las rescata de su propia contribución al daño. Como expresaba una de estas jovenes, tras un curso de terapia semanal: “No quiero ser una marioneta de nadie. Fui una marioneta de mi padre, de mi madre, de H (el novio). Tengo miedo de depender» … Ella definitivamente dejó el contacto con H, pudiendo restablecer una relación más autónoma y sana con sus padres que colaboraron en esa transformación con sesiones familiares complementarias y relevantes en estos casos.
Dr. Agustín Béjar. Psicoterapeuta Psicoanalista. Coordinador del Módulo de Técnica del Máster de Psicoterapia Psicoanalítica UAH-IEP